jueves, 13 de septiembre de 2012

La mujer de los Cullen


                                                         CAPÍTULO  23


El frío cortante atravesó el pesado abrigo de Emmet. Finalmente fueron capaces de encontrar una ligera huella en la nieve, a casi una milla fuera de la ciudad. Él y Jasper alumbraron el terreno con las linternas, moviéndose tan rápido como podían a través de la ventisca.
Caían copos y húmedos, cubriendo las huellas casi tan rápido como las descubrían.
—Hay una choza justo delante —le gritó Emmet a Rosalie, quién venía en la retaguardia.
Avanzaron la distancia restante, por la fuerte ventisca, hasta llegar a la vieja choza que estaba a pocos pasos. Cogió el rifle y se lo echó sobre el hombro, preparándose para disparar.
Jasper caminaba detrás de él, apuntando la puerta con el rifle.
—Ilumina la puerta, entraré —ordenó Emmet.
Contó hasta tres y embistió la vieja puerta de madera. Se rompió y Emmet tropezó hacia dentro. Jasper se apresuró detrás de él, iluminando, mientras tenía el arma preparada.
— ¡Allí, en el rincón! —exclamó Emmet.
Rosalie entró detrás de ellos, con la pistola en la mano.
— ¿Encontraron algo? —preguntó ella jadeante.
Emmet no contestó. Su atención estaba enfocada en el pequeño niño acurrucado en el rincón de la choza. Arrodillándose en frente del niño, Emmet alcanzó y tocó la fría piel del niño.
Para su alivio, el niño se meció y abrió sus ojos.
—Gracias a Dios —murmuró Emmet.
Inmediatamente, Rosalie empezó a dar órdenes por el radio, mientras daba su posición. Pidió EMS y pidió al operador que informe los padres que el niño había sido encontrado.
—Sean —dijo Emmet suavemente—. Hemos llegado a llevarte a casa.
—El hombre malo dijo que no podía volver a casa —tartamudeó Sean—. No hasta…
— ¿No hasta qué? —exigió Rosalie.
Con la ceja fruncida en confusión y los labios temblando por el frío, Sean contestó:
—Dijo que tenía que cumplir mi objetivo. ¿Qué significa?
Emmet miró a los otros y encogió los hombros. ¿Qué chalado raptaba a un niño y lo dejaba para morir de frío?
Se agachó y cogió a Sean, acunándole en los brazos.
—Te llevaremos a casa, Sean. Tu madre estuvo muy preocupada.
—No dejes que el hombre malo le haga daño —murmuró Sean contra la camisa de Emmet.
—No te preocupes, hijo. No podrá herir a tu madre.
Sean levantó la cabeza.
—No a mamá. La mujer. El hombre malo dijo que iba a ocuparse de una mujer.
Helados escalofríos de miedo empezaron a recorrer el cuerpo de Emmet. Miró a los otros, y el terror empezó a llenarle.
—Cógelo —ordenó a Jasper.
Después de que Jasper tomó al niño en los brazos, Adam buscó su teléfono. Marcó el número de la casa y esperó mientras sonaba. Dejó sonar veinte veces antes de renunciar. Juró por lo bajo.
—Es medianoche —dijo Rosalie—. Probablemente están durmiendo.
—Ya, y mi señal es mala —dijo Emmet, intentando disipar la horrible premonición que sentía—. Volveré a intentarlo cuando lleguemos a la ciudad.
— ¿Preparados para irse? —preguntó Rosalie mientras aseguraba la cuerda del trineo.
Jasper dejó a Sean en el trineo y lo arropó con el edredón. Después, él y Emmet cogieron la cuerda y empezaron a empujar el trineo por la nieve. Había como una hora hasta la ciudad, y Adam estaba muy preocupado.
Cuarenta cinco minutos más tarde, sin aliento y avanzando lentamente por la nieve, Emmet y Jasper se pararon un momento para descansar.
—Ya no queda mucho —dijo Rosalie.
Emmet asintió, sin aliento para contestar. Su móvil sonó, acabando con el silencio de la noche. Emmet dejó la cuerda y buscó frenéticamente el teléfono y contestó:
—Adam.
—Emmet... —la voz de Bella, débil y trémula, se escuchó por la línea.
— ¿Bella? —se sentía aliviado.
—Emmet, gracias a Dios —la voz parecía un poco más fuerte—. No tengo mucho tiempo. —Podía oír lágrimas en su voz, y se sintió aterrado—. Mató a Edward —sollozó ella.
La sangre de Emmet se heló.
—Bella, Bella, ¿cariño, dónde estás? ¿Estás bien? —gritó.
—No sé donde estoy —contestó, la voz estaba desesperada—. Él me llevó. Por favor ven a buscarme —la voz se rompió.
— ¡Maldita bruja, dame esto!
Emmet apretó el teléfono, paralizado, mientras oía la escena del otro lado del teléfono. Bella llorando. Emmet oyó una bofetada. Y el teléfono se colgó
— ¡Dulce Jesús!
Jasper lo agarró por el hombro.
— ¿Qué demonios está pasando?
—Bella —Emmet dijo sofocado—. Dijo que Edward está muerto. Y que alguien la tiene.
Jasper dejó la linterna que llevaba.
—Tenemos que ir a la cabaña. Edward. Dios mío. —Emmet no podía formar otro pensamiento coherente.
—Pueden marcharse —dijo Rosalie—. Puedo llevar a Sean de aquí. Irán más rápido sin el trineo. Llamaré por radio pidiendo refuerzos, cogeré un coche tan rápido como puedo. Mis ayudantes están cerca.
Emmet no esperó a oír algo más. Él y Jasper empezaron a correr por la nieve. Edward. Muerto. Las palabras se repetían una y otra vez, llenando su mente como una enfermiza letanía.
El bastardo les atrajo, secuestrando un niño, y ahora tenía a Bella. Su sangre se enfrió. Más que la nieve que envolvía sus piernas. Bella moriría si no la encontraran y rápido.
Adelante, el brillo de las luces de la ciudad resplandecía contra la nieve. Emmet aumentó la velocidad, decidido a llegar al jeep tan rápido como era posible. Jasper se mantenía detrás de él, absteniéndose de expresar los miedos que merodeaban en sus pensamientos.
Llegaron a la parte de atrás de la tienda de Riley y continuaron corriendo alrededor del aparcamiento, cruzando la calle, donde estaba aparcado el Land Rover. Varias personas, incluso los padres de Sean gritaron preguntas, pero Emmet ignoró todo, menos al coche.
Se lanzó en el asiento del conductor, encendió el motor y le dio marcha atrás. Jasper apenas entró, antes de que Emmet se disparara calle abajo.
El camino hasta en la cima de la montaña parecía eterno y a cada minuto, Emmet rezaba.
—Dios, no te los lleves.
Agarró el volante, tomando las curvas más rápido que nunca.
—Que estén bien. No te lleves a Edward.
Tomaron el camino de entrada, y los dos saltaron hacia la puerta. La casa estaba oscura. Emmet entró bruscamente, gritando el nombre de Edward. Jasper pasó por su lado, alcanzando el interruptor.
Maldijo cuando las luces no se encendieron y volvió a gritar el nombre de Edward.
Emmet paró en seco cuando escuchó un bajo gemido. Saltó por encima del sofá, hacia el pasillo, en dirección a las habitaciones de huéspedes.
— ¡Consígueme luz! —le gritó a Jasper.
— ¡Edward! ¡Edward! —Emmet se lanzó al suelo, al lado de su hermano herido.
Jasper apareció con una linterna y alumbró el cuerpo de Edward. Su pecho estaba cubierto de sangre, pero sus párpados temblaron cuando la luz le dio en la cara.
—Edward, soy yo, Emmet. ¿Puedes oírme?
— ¿Cómo no podría, cuándo me estás gritando en el maldito oído? —se quejó Edward.
Adam suspiró de alivio, y se relajó.
—Bastardo, me quitaste diez años de vida.
—Bella —empezó Edward, y su voz se rompió—. Tiene a Bella.
— ¿Dónde te disparó? —exigió Emmet, sin centrarse en Bella por solo un momento. Tenía que tomarlo de uno a uno, y en este minuto, necesitaba estar seguro que Edward estaba bien.
—En el hombro —contestó Edward, jadeando.
— ¿Puedes levantarte?
Edward se movió y gimió de dolor.
— ¡Emmet! —Llamó Rosalie desde la puerta— ¿Estás aquí?
—Aquí —contestó Jasper, moviendo la linterna hacia ella—. ¿Cómo llegaste tan rápido?
—He dejado al niño en la ciudad y vine tan rápido como pude. ¿Jesús Cristo, qué demonios pasó aquí? —preguntó mientras se arrodillaba al lado de Edward.
—Ayúdame a ponerme de pie, maldita sea —dijo Edward desesperado—. Tiene a Bella.
— ¿Quién la tiene, Edward? —exigió Emmet.
Él y Jasper levantaron a Edward, y Emmet le pasó un brazo alrededor para que no se cayera. Guiaron a Edward hacia el sofá y lo sentaron.
—Tenemos que llevarte al hospital —dijo Jasper.
—No.
—Edward, no estás en forma para ir a ninguna parte, solo al hospital.
—Atravesó la carne —jadeó—. No me voy a ninguna parte, mientras que Bella sigue fuera con ese bastardo —se rompió—. Le hizo daño. Lo oí pegándola.
Emmet apretó los dedos en puños. Él también oyó al bastando pegando Bella.
— ¿Qué más oíste, Edward? ¿Dijo algo? Tenemos que encontrarla.
—Hizo una llamada. Dijo algo sobre una lejana cabaña y cabos sueltos.
— ¡Cristo! —cabaña lejana. Cual si hay bastantes esparcidas por las Rocosas.
—Actuó cual si fuera cerca —dijo Edward, mientras puso una mano en el hombro. Sangre roja brillante escapaba a través de sus dedos.
—Necesitas ir al hospital. Rosalie, ¿puedes asegurarte de que llegará allí? —preguntó Emmet.
—No iré —dijo Edward mordaz.
—Solo nos retrasarías —dijo Emmet—. No podemos perder ni un minuto. La matará.
Edward miró desoladamente a Emmet.
—Le he fallado.
—Cree que estás muerto —dijo Emmet—. Lo mejor que puedes hacer es ir al hospital, para evitar que suceda lo que piensa ella.
Edward se levantó.
— ¿Cómo sabes lo que piensa ella?
Adam le explicó rápidamente la llamada y dispuso con Rosalie que lleve a Edward al hospital. Su mente trabajaba furiosamente, intentando formar un plan de acción.
—Vamos, Jasper.
Se paró suficientemente para coger más munición para los rifles y salió corriendo de la casa hasta el jeep. Jasper saltó a su lado.
—Cerca, cabaña lejana. ¿Cree qué podía haberla llevado a Blythe Meadow? —preguntó Jasper mientras Emmet conducía.
—Es un buen lugar —asintió Emmet—. Encaja. Si no allí, quizá en la vieja cabaña del minero. Comprobaremos a las dos.
Jasper miró la ventana en silencio. Entonces, se volvió hacia Emmet con ojos llenos de angustia.
— ¿Y si lleguemos demasiado tarde?
Emmet agitó la cabeza y apretó el pie en el acelerador.
—No podemos llegar demasiado tarde, Jasper. No podemos.

1 comentario:

  1. por favor que lleguen a tiempo que Bella se encuentre en la primera opción

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