CAPÍTULO 19
Emmet miró con horror, cuando el coche golpeo a Bella
y la tiró volando sobre el asfalto. Mientras corría hacía ella, volvió a gritar
su nombre. Edward y Jasper se encontraban arrodillados junto a Bella, cuando se
introdujo a empujones. Su aliento se quebró cuando vio sus preciosos ojos de
par en par, mirándole fijamente.
Su cara se contorsionó en agonía e intentó
levantarse.
— ¡No! —gritó él—. No —dijo en voz más baja, cuando
se dio cuenta que su tono la sobresaltó—. Quédate quieta, cariño. Oh, Días mío
¿te encuentras bien?
Sacó de un tirón el móvil de su bolsillo y marcó
911.
—No, Emmet, no lo hagas —protestó ella, levantando
la mano—. Estoy bien, de verdad. Es sólo mi cadera. El coche me erró en la
mayor parte.
En la mayor parte. Jesús. ¿Estaba intentando
provocarle un ataque al corazón?
— ¿Qué demonios estaba haciendo ese idiota? —exigió Edward,
su voz temblaba mientras acariciaba el pelo de Bella.
Emmet le dirigió a Edward una mirada para hacerle
callar. El haberla golpeado y luego darse a la fuga, no fue un accidente, y no
quería que Bella sintiera más miedo de lo que ya sentía.
—Bella, necesitamos llamar a una ambulancia —dijo Jasper
suavemente—. Podrías estar herida.
Para entonces, una pequeña multitud se había
congregado a lo largo de la calle. Emmet escuchó el sonido de la sirena.
—No quiero ir al hospital —dijo Bella, sus ojos
suplicaban a Emmet—. Deja que me levante. Sólo estoy un poco maltrecha.
Titubeo durante un momento, su preocupación por ella
prevalecía por encima de todo. Ella se acercó a la mano de Edward, intentando
levantarse.
—Despacio, cariño —le previno.
Emmet se agachó y la alzó cómodamente entre sus
brazos.
— ¿Puedes mantenerte de pie? —peguntó él, todavía
reacio de soltarla.
—Estoy bien, de verdad. Sólo un poco conmocionada.
Con mucho cuidado, la puso de pie sobre el suelo.
Las manos de Jasper se dispararon hacia adelante para estabilizarla, ya que se
tambaleaba un poco. Ella se frotó la cadera, sus dedos sujetaban la tela
desagarrada que recorría su pierna.
—Eran mis vaqueros preferidos —dijo ella con pesar.
Incapaz de aguantarlo más, Emmet la apretó contra
él, sus brazos la abrazaron fuertemente. Inspiró varias veces para estabilizar
su respiración, intentando apaciguar la adrenalina que zumbaba por sus venas.
Algún hijo de puta acaba de intentar matarla.
Apostaría su entero rancho que fue su dentro-de-poco ex marido. Miró hacía sus
hermanos y vio una respuesta de ira en sus ojos. Puso un dedo sobre sus labios
y ellos asintieron, entendiéndolo.
Unos segundos más tarde, llegó un coche de policía,
seguido rápidamente por una ambulancia. La muchedumbre se arremolinó alrededor,
mientras que los paramédicos examinaban a Bella y los policías tomaron
declaración a todo el mundo.
Un hora más tarde, Bella no firmó ninguna documentación
de traslado, y la muchedumbre empezó a deshacerse. Los agentes encargados
tomaron la última declaración y se montaron en su coche.
Los ojos de Bella estaban impregnados de dolor y
fatiga. Emmet sabía que ella no fue totalmente sincera sobre la gravedad de sus
lesiones y planeaba remediar la situación inmediatamente.
Lanzó las llaves a Jasper.
—Tú conduces.
Se agachó y levantó a Bella en sus brazos y la
recostó suavemente contra su pecho. Ella no protestó, sólo exhaló un fatigado
suspiro, mientras apoyaba la cabeza contra su hombro. El caminó hacía el Land
Rover y se acomodó con ella en el asiento trasero.
Edward se giró en el asiento delantero, sus ojos
brillantes con preocupación.
— ¿Estás bien Bella?
Se removió entre los brazos de Emmet y extendió su
mano para tocar el brazo de Edward.
—Estoy bien. Te lo prometo. Ahora que ya ha pasado
todo, me encuentro sólo un poco temblorosa.
Aunque quiso tranquilizar a Edward, Emmet pudo
sentir la tensión en su cuerpo, ver el dolor en sus ojos. Sabía que Edward
también podía verlo.
En el hotel, Emmet llevó a Bella a su suite y la
depositó sobre la cama. Quería ver sus heridas, asegurarse que se encontraba
bien de verdad.
Jasper y Edward se acercaron, mientras que Emmet le
quitó lentamente sus vaqueros hechos jirones. Sus manos temblaban con ira, al
ver el enorme moratón que ya se estaba formando sobre su cadera y su muslo. La
sangre de un corte de tres pulgadas manchaba su pálida piel.
Bella se quedó quieta sobre la cama, sus ojos
cerrados, mientras que Emmet evaluó sus heridas. Odiaba molestarla, pero
necesitaba saber si estaba herida en alguna otra parte.
—Cariño —dijo suavemente.
Ella abrió los ojos, sus pestañas aletearon
delicadamente contra su suave piel. Se le veía tan desmesuradamente vulnerable.
— ¿Estás herida en alguna otra parte?
Ella negó lentamente con la cabeza.
—Tenemos que limpiar esto —dijo él—. Si te preparo
un baño, ¿podrías remojarte un poco y después dejarme limpiar tu pierna?
Ella asintió.
—Voy a dejar que corra el agua —dijo Jasper. Su mano
acarició su mejilla después se inclinó y le depositó un beso sobre su frente—.
Muñeca, vuelvo dentro de un segundo.
Con los puños cerrados, observó como Jasper se
alejaba. Sus hermanos estaban tan carcomidos por la preocupación como él. Y por
la ira.
—Vamos a quitarte el resto de la ropa —dijo Emmet.
Con cuidado para no moverla más allá de lo
necesario, pasó la camisa sobre su cabeza. Edward se encontraba sentado en su
cabecera, alisando con su mano sobre su pelo.
Emmet sintió como ella empezó a temblar. Al
principio, pequeños temblores estremecían su cuerpo, pero entonces empezó a
temblar en serio. Lágrimas se escaparon por entre sus párpados y, entonces el
pecho de Emmet se encogió.
Se inclinó y atrapo entre sus brazos su desnudo
cuerpo.
—Ahora estas a salvo, cariño.
Hipó suavemente, inspirando dificultosamente.
—No sé lo que me pasa —dijo ella mientras se frotaba
la cara.
Edward frunció el ceño.
—Has tenido un susto terrible.
—Su baño está preparado —dijo Jasper desde la
puerta.
—Vamos cariño. Un delicioso baño caliente te hará
sentir mejor.
Emmet se levanto y la cargó hacia el dormitorio. La
dejó con suavidad dentro de la espumosa agua. Siseo con dolor, cuando el agua
tocó su pierna.
Emmet blasfemó a la bajo.
—Lo siento.
Ella dejó caer contra el respaldo de la bañera,
cerrando los ojos.
—Estabas en lo cierto. Esto es una gozada.
—Mañana vas a estar dolorida —dijo Emmet, mientras
se arrodillaba junto a la bañera.
—Ahora me siento dolorida —dijo ella con ironía.
Emmet alcanzó con una manopla la cadera y empezó a
limpiar con mucho cuidado el corte.
Ella le miró con preocupados ojos.
— ¿Piensas que ha sido él, verdad?
No hizo pretensión de no haber entendido.
—Sí, cariño, lo creo.
Se sumergió más profundamente dentro de la bañera,
sus hombros encorvados en derrota.
—Pudo haber matado a Edward e Jasper.
—Te pudo haber matado a ti —gruñó Emmet.
—No podría soportarlo si pasase algo a cualquiera de
vosotros —dijo ella.
—Y nosotros no podríamos soportar si algo te
sucediese a ti. Venga, voy a secarte y meterte en la cama.
La alzó de la bañera y la envolvió con una gran
esponjosa toalla. Cuando abandonaron el cuarto de baño, Edward tomó a Bella en
sus brazos y la abrazó fuertemente.
—Me asustaste —dijo Edward áspero.
Bella se empinó sobre las puntillas de sus pies y
enroscó sus brazos alrededor del cuello de Edward. Se sentía increíblemente
segura entre sus brazos, como si nada le pudiese hacer daño.
—Hazme el amor —susurró ella.
—No quiero hacerte daño —dijo Edward contra su oído.
—Serás tierno —dijo ella completamente convencida.
Los conocía a todos, sabía que estos hombres nunca le harían daño—. Te
necesito.
—Ven a la cama —dijo él, empujándola hacia adelante.
Fue por su propia voluntad y permitió que le quitase
la toalla que le cubría el cuerpo. Echó para atrás las sábanas y le indicó con
un gesto que se metiese en la cama. Ella casi gruño en voz alta, cuando las
suaves sábanas la envolvieron.
Levanto la vista y vio a Emmet e Jasper parados, al
lado de Edward. Edward se desprendió de la camisa y se metió a su lado en la
cama. Emmet caminó hacía el otro lado del lecho y se sentó detrás de ella. Jasper
se tumbó al pie de la cama, apoyándose sobre su codo.
No le iban a hacer el amor. A pesar de que sentía un
poco de desilusión, le sobrevino la fatiga. Se acurrucó sobre el fuerte pecho
de Edward y suspiró feliz cuando sus fuertes brazos se enroscaron alrededor de
ella.
Mientras Emmet besaba suavemente su pierna
magullada, sus cálidos labios lanzaron un escalofrió por su cuerpo.
—Ve a dormir, cariño —murmuró—. Nos quedaremos justo
aquí.
Ella cerró los ojos, deleitándose en la fuerza y en
el calor de todos ellos. No se podía permitir pensar lo que pudo haber pasado
en el día de hoy. Aún cuando temía la decisión de quedarse con los hermanos,
sabía que no podría vivir sin ellos.
¿Pero, y si por quedarse les perjudicaba?
que alivio saber que no tiene nada grave pero por favor que no cometa la locura de abandonarlos :(
ResponderEliminar