CAPÍTULO 25
Emmet consiguió sacar de quicio por lo menos a seis
personas, antes de descubrir dónde estaban Edward y Bella. Dio vueltas por
Emergencias, hasta que lo amenazaron con ser detenido si no se calmaba.
Bella había sido llevada a cirugía, pero Edward
estaba aún en Emergencias, recibiendo una transfusión de sangre. Al principio,
les dijeron a Emmet y Jasper no podían verlo todavía, pero después de que Emmet
juró que destruiría el vestíbulo pedazo a pedazo, la enfermera cedió y permitió
que entraran.
Emmet abrió la puerta, ansioso por ver a su hermano
menor.
La apariencia de Edward lo conmocionó. A su lado, Jasper
también contuvo el aliento.
Pálido, demacrado, ojeras alrededor de los ojos, Edward
era horrible, para decirlo simplemente. Su hombro estaba fuertemente envuelto
en vendas, y salían de él suficientes cables como para alimentar la
electricidad de una pequeña ciudad.
Los ojos de Edward temblaron al abrirse, cuando
entraron sus hermanos. Levantó la cabeza, el dolor marcando profundas arrugas
en su frente.
— ¿Dónde está? ¿La habéis encontrado? —exigió.
Emmet se detuvo al lado de la cama, con las rodillas
débiles por el alivio. No había pasado nada con Edward, que algunos días en el
hospital no pudieran arreglar.
—La encontramos —murmuró Emmet.
— ¿Dónde está? —masculló Edward con los dientes
apretados.
Emmet se pasó la mano por el pelo, intentando
desesperadamente mantener la compostura.
—Está aquí. En el hospital —Jasper habló más alto.
A Edward le brillaron los ojos.
— ¿Cómo está?
—No lo sabemos —dijo Emmet.
Edward volvió la mirada en dirección a Emmet, tragó
saliva y preguntó:
— ¿Qué pasó?
Emmet cerró los ojos.
—La apuñaló en el pecho y le quebró un brazo. Está
en cirugía. La trajeron hasta aquí en helicóptero. No sabemos mucho.
Edward volvió a hundirse entre las almohadas, con el
rostro pálido. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Emmet sintió una
punzada dolorosa en el corazón. No había visto a Edward llorar desde que eran
niños.
— ¿Ella… ella estará bien? —murmuró él.
Emmet cambió una mirada con Jasper. No quería
mentirle, pero Edward no estaba en condiciones de sobrellevar ese tipo de
carga.
—Creo que ella se pondrá bien —dijo Emmet, rezando
para que no fuera mentira.
—No la protegí. La fallé —dijo Edward desoladamente.
—Yo les fallé a ambos —dijo Emmet—. No debí dejarlos
solos. Pero ahora, no podemos pensar en estas cosas.
Jasper puso una mano en el hombro sano de Edward.
— ¿Cómo te sientes?
—Estoy furioso —dijo Edward airadamente—. Permití
que ese bastardo se saliera con la suya.
— ¿Qué dijo el médico sobre tu hombro? —preguntó Emmet,
volviendo firmemente el tema de conversación a Edward.
Edward cerró de nuevo los ojos y se hundió más
profundo en la almohada.
—Dijo que estaré bien. Me dio sangre, cosió la
herida. Quiere que me quede un día o dos, pero en líneas generales, dijo que
soy un bastardo afortunado.
Abrió un ojo para mirar fijamente a Emmet.
— ¿Cómo la encontraron? ¿Qué pasó? No me han contado
nada.
—Podemos hablar de eso más tarde —pidió Emmet.
Estaba seguro de que no necesitaba enfurecer a Edward más de lo que ya estaba.
—No me protejan —Edward dijo ferozmente—. ¡Díganme
exactamente qué le sucedió, Maldición!
—Si no te calmas, conseguirás que nos expulsen de
aquí —dijo Jasper.
Fueron interrumpidos cuando la puerta se abrió y una
enfermera asomó la cabeza en la habitación.
— ¿Sr. Cullen? La Sra. Black salió de la cirugía.
Pensé que usted querría saberlo. Está en recuperación, pero el doctor bajará en
algunos minutos para hablar con usted-
— ¿Cuándo podremos verla? —exigió Emmet.
—Tendrán que preguntarle al doctor. Ya sabe que
usted está aquí. No tardará.
Emmet suspiró con frustración.
— ¿Sabe por lo menos cómo está?
La enfermera sonrió amablemente.
—Pasó bien por la cirugía.
Sintió un vacío en el estómago, y por un momento,
pensó que podría desmayarse. El alivio lo invadió de forma tan aplastante, que
tuvo que buscar rápido un lugar para sentarse o iba a caer.
Se dejó caer en la silla situada al lado de la cama
de Edward y hundió la cabeza entre las manos.
—Gracias a Dios —oyó susurrar a Jasper.
Emmet no se había dado cuenta de lo asustado que
había estado. No, hasta ahora. Su respiración salía entrecortada, mientras
luchaba por calmar sus violentas emociones. Apretaba los dedos en puños y luego
los aflojaba.
Pasaron varios minutos y los hermanos permanecieron
sentados en silencio. Entonces se abrió la puerta y entró un hombre mayor
vestido de verde. Les lanzó una mirada y se ajustó las gafas.
— ¿Están aquí por la Sra. Black?
—No la llame así —gruñó Edward—. Su nombre es Bella.
El doctor parpadeó sorprendido.
—Tomaré eso como un sí.
Emmet se levantó y extendió la mano.
—Emmet Cullen. Y sí, estamos aquí por Bella. ¿Cómo
está?
El médico estrechó la mano de Emmet.
—Dr. Phillips. Hice la cirugía en la Sra.… Bella —se
autocorrigió.
— ¿Está bien? —preguntó Jasper ansioso.
—Está bien, considerando la condición en la que
llegó. Perdió una gran cantidad de sangre. Sufrió una fractura compuesta en el
radio. También sufrió una laceración de seis pulgadas en el hombro izquierdo,
además de una severa herida de cuchillo en el tórax. Pude reparar algo del
tejido dañado y cerrar el corte. Afortunadamente, la hoja del cuchillo no
alcanzó órganos vitales. Dos centímetros más a la derecha y habría perforado un
pulmón.
Emmet se dejó caer pesadamente otra vez en la silla.
— ¿Cuándo podremos verla?
—Está en recuperación. La trasladaremos a un nivel
más bajo de cuidados, menor que UTI y un poco mayor que la sala normal de
internación. Quiero monitorizar su progreso por algunos días. No veo razón para
que ustedes no puedan entrar a verla en cuanto salga de la recuperación.
— ¿Usted nos puede avisar cuando la trasladen?
—preguntó Jasper.
—Pediré a la enfermera que venga a buscarlos
—prometió el Dr. Phillips.
—Gracias —dijo Emmet—. Se lo agradecemos.
El doctor asintió y caminó fuera de la sala,
cerrando la puerta al salir.
Emmet se volvió hacia Edward.
— ¿Cuándo te van a llevar a una habitación?
—No tengo ni una maldita idea —refunfuñó Edward—.
Han estado palpándome y pinchándome con agujas todo el tiempo.
Emmet vio el dolor en los ojos de Edward. Lanzó un
vistazo a Jasper, para ver si él también lo había notado. Jasper apretó los
labios, convertirlos en una fina línea.
— ¿Has tomado algo para el dolor, amigo? —preguntó.
Edward le dirigió una mirada enojada.
—No, Maldición. Quería permanecer despierto y
consciente hasta estar seguro que Bella estaba a salvo.
—De acuerdo, ahora que sabes que está bien, voy a
llamar a la enfermera para que te dé algo.
—No lo necesito —dijo Edward entre dientes.
—Edward, te dispararon. No puede sentirte tan genial
—Jasper levantó la voz—. Deja de ser un idiota obstinado y toma la medicina.
—Puedes tomarla por las buenas o juro que te
sujetaré mientras la enfermera clava una aguja en tu trasero —dijo Emmet.
—Que te jodan —gruñó Edward.
Pero se dejó caer pesadamente en la cama, los ojos
cansados y llenos de dolor. Emmet buscó el botón de llamada y lo pulsó. Pocos
minutos más tarde, una enfermera entró rápidamente, con una jeringa en la mano.
—Ya era hora de que me permitiera medicarlo,
jovencito —dijo, lanzando una mirada severa en dirección a Edward.
Se inclinó para sujetar la vía en la muñeca de Edward
y rápidamente inyectó el medicamento contra el dolor. Palmeó suavemente su
brazo.
—Ahora intente descansar un poquito.
Emmet dio vuelta la silla para enfrentar a Edward, y
se volvió a sentar.
Jasper atrapó la única silla que quedaba libre y la
colocó al pie de la cama.
—Díganle a Bella… díganle que la amo —Edward pidió
con la voz desvaneciéndose.
—Lo haré —prometió Emmet bajito—. Ahora intenta
descansar para poder decírselo tú mismo.
La cabeza del Edward se hundió en la almohada y sus
ojos se cerraron.
Emmet se recostó en la silla y enlazó las manos
atrás de la cabeza.
Miró fijamente al techo, los diseños del cielorraso
danzaban ante su vista. Estaba tan cansado. Había envejecido una década durante
aquella noche. ¿Había sido solamente la noche anterior cuando había estado
sentado en la sala, reflexionando sobre lo buena que era la vida?
Las cosas habían cambiado de un momento a otro.
Jasper y él continuaron sentados en silencio,
mientras los minutos pasaban. Jasper se veía tan cansado como se sentía Emmet.
Pero ninguno descansaría hasta que no vieran a Bella.
Debió adormilarse momentáneamente, porque lo
sobresaltó la puerta abriéndose.
— ¿Son ustedes Emmet y Jasper? —preguntó una
enfermera.
Emmet se incorporó.
—Sí señora, somos nosotros.
Hizo un ademán para que la siguieran.
Una vez en el pasillo, los miró con ojos
preocupados.
—Sacamos a la Sra. Black de la recuperación, pero
está bastante agitada. Ha estado preguntando por ustedes. No queremos darle
sedantes tan pronto después de la anestesia. Quizás la presencia de ustedes la
calme.
—Vamos —pidió Emmet.
Siguieron a la enfermera, y Emmet tuvo que controlar
sus zancadas para no adelantarla. Su impaciencia casi hervía, mientras permitía
que ella los guiara por los retorcidos pasillos, hacia el ascensor.
Después de lo que pareció toda una vida, la
enfermera entró en una gran sala que albergaba varios cubículos más pequeños.
En el centro se encontraba el puesto de control de enfermería, donde otras dos enfermeras
se movían presurosas entrando y saliendo de los cubículos.
—La Sra. Black está allá en el final —la enfermera
indicó.
Caminó delante de ellos, hizo a un lado la cortina e
indicó a Emmet y Jasper que pasaran al cubículo. Emmet entró. Contuvo el
aliento cuando vio a Bella sobre la cama, cautiva por una multitud de tuberías
y cables que salían de todas partes.
Sollozos ahogados provenían de ella, y las lágrimas
se deslizaban por sus mejillas. Miraba hacia el otro lado, y él rodeo la cama,
para poder enfrentarla.
—Bella. Bella, cariño, estoy aquí —dijo, mientras se
acercaba.
Jasper lo siguió, aproximándose al otro lado de Bella.
Ella cerró los ojos y se giró, alejándose de Emmet.
Jasper deslizó una mano por su pelo y se inclinó
para besarla.
—Me rompes el corazón —dijo Jasper con voz ronca.
—Edward —susurró ella—. Oh Dios, Edward.
Emmet se mordió el interior de la mejilla, para
evitar desmoronarse. Se inclinó hacia delante, necesitaba tocarla, asegurarse
por sí mismo de que ella estaba viva.
—Cariño, Edward está bien, te lo juro. Está abajo,
en Emergencias, esperando una habitación.
Ella agitó la cabeza y gimió, la agonía deslizándose
por la garganta.
—Muñeca, escúchanos —suplicó Jasper—. No es bueno
para ti estar tan alterada.
Emmet la observaba, el pánico aumentaba rápidamente
en su interior. La enfermera revoloteaba en la entrada del cubículo, la
preocupación grabada en el rostro.
Bella no estaba consciente de lo que pasaba a su alrededor.
Estaba demasiado afligida. Creía que Edward estaba muerto.
Emmet se volvió hacia la enfermera mientras Jasper
continuaba reconfortando a Bella.
—Nuestro hermano, Edward Cullen, está abajo, en
Emergencias, esperando por una habitación. Haga traer aquí su cama.
La enfermera frunció el entrecejo.
—De ninguna manera. No tenemos manera de instalar
una habitación doble aquí. Esta es una unidad de cuidados especiales. Tenemos
que poder monitorear de cerca a nuestros pacientes.
—Y yo le estoy diciendo que el único modo de
calmarla es traer a mi hermano aquí —insistió Emmet—. No me importa qué tiene
que hacer para conseguirlo. Simplemente hágalo.
—Yo no tengo autoridad para hacerlo —protestó la
enfermera—. Tendré que llamar al médico de guardia y correr el riesgo de darle
un sedante a ella.
—Pondré este maldito hospital patas arriba si tengo
que hacerlo —se empecinó Emmet—. No se equivoque conmigo. No sobre este asunto.
Él necesita un cuarto. Necesita ser cuidado. Puede venir aquí. Hay espacio para
otra cama. Demonios, podría ponerlo en el cubículo de al lado y sacar la
cortina. ¡No me interesa cómo lo hará, sólo quiero que lo haga!
—Yo no puedo autorizar algo así —dijo la enfermera—.
Solamente el médico que la atiende puede hacerlo.
—Entonces llámelo —exigió Emmet—. Quiero hablar con
él. Llámelo ahora mismo. Estamos perdiendo el tiempo.
La enfermera se retiró, y pocos segundos más tarde
el Dr. Phillips asomó la cabeza por la puerta.
— ¿Sr. Cullen, qué está pasando aquí?
Emmet explicó deprisa su pedido. Mientras hablaba,
el médico se acercó al lado de la cama de Bella y oyó sus ahogados sollozos.
Dejó vagar la mirada por el cuarto, como considerando el pedido de Emmet.
Entonces suspiró.
—No me llevo bien con la intimidación, Sr. Cullen.
Lo que está pidiendo usted, es muy irregular. Sin embargo, tengo que reconocer
que quizás lo mejor para esta jovencita sea ver a su hermano. Tal vez eso la
calme. Tendré que llamar al médico de Emergencias y organizar todo con él, pero
no veo por qué no podríamos hacer una excepción por esta vez. Mucho dependerá
de cuán estable sea la condición de su hermano. Tengo entendido que sufrió una
herida de bala.
Emmet sintió que el alivio lo inundaba.
—Gracias, doctor.
Retomó su posición al lado de la cama de Bella,
cogiendo su mano sana. El brazo izquierdo estaba enyesado, y su tórax y hombro
izquierdo estaban envueltos en pesados vendajes.
Nunca la había visto tan vulnerable. Las lágrimas
continuaban escapando de sus ojos cerrados, sentía que el corazón se le
apretaba en respuesta. Se inclinó y besó su frente.
—Te amo, cariño —susurró—. Lamento tanto no
habértelo dicho nunca.
Mientras él y Jasper mantenían la vigilia, Bella se
durmió finalmente. Su respiración se volvió más estable, y el flujo de lágrimas
por fin se paró. La cabeza caía abatida contra la almohada, el rostro pálido
tenía manchas rojas causadas por el llanto.
Algunos minutos más tarde, la misma enfermera a
quien Emmet había acorralado entró bulliciosamente, echándole una mirada de
contrariedad.
—Me dieron instrucciones de abrir el cubículo
contiguo al de la Sra. Black. Como imagino que ustedes no aceptarán irse a
casa, haré traer una silla y un sofá pequeño también-
Emmet
relajó la expresión.
—Gracias —dijo con sinceridad—. Esto significa mucho
para nosotros.
La expresión de la enfermera se suavizó.
—Sé que ustedes están preocupados por ella. Pero
nosotros estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo por cuidarla bien. —Después
sonrió traviesamente—. Además, lo más probable es que su hermano hubiera
acabado aquí, de cualquier forma. El hospital está casi lleno, y él necesita
más cuidados que los de una sala normal, pero no es un candidato para la UCI. Y por lo que he oído,
no está siendo exactamente cooperativo.
Los labios de Edward se distendieron en una sonrisa.
—Sí, ése es nuestro Edward. Pero cambiará de actitud
cuando pueda ver a Bella. Ha estado muy preocupado por ella.
En menos de una hora, las cortinas entre los dos
cuartos habían sido descorridas y dos ordenanzas habían traído una silla y un
sofá que dejaron entre las dos camas.
Treinta minutos más tarde, una enfermera doblaba la
esquina, empujando a Edward en una silla de ruedas. Ella se veía bastante
infeliz con su carga, y Edward también parecía desalentado.
Ella hizo rodar la silla en dirección a la cama
libre, pero él usó la mano sana para detener las ruedas. La enfermera apretó
los labios, y meneó la cabeza.
—Debe meterse ya en la cama, Sr. Culle. Consiguió lo
que quería. Lo traje en la silla de ruedas, cuando no debería estar fuera de la
cama, pero se acostará inmediatamente o lo llevaré de vuelta a Emergencias.
Edward la ignoró, sus ojos se paseaban obsesivamente
sobre Bella.
—Ayúdame a incorporarme —le pidió con voz ronca a Emmet.
—Edward, deberías estar en la cama —comenzó Emmet.
—Tengo que verla —dijo Edward.
Emmet miró a la enfermera que encogió los hombros
derrotada.
—Haga cualquiera cosa que consiga meterlo en la cama
lo más deprisa posible —dijo.
—Échame una mano, Jasper —dirigió Emmet—. Vamos a
hacer esto rápido.
Emmet se inclinó sobre Edward, y él le pasó el brazo
sano alrededor del cuello, apoyándose en su hermano para incorporarse. Edward
tembló recostado a Emmet, y el sudor brotó en su frente. El rostro se le puso
de color blanco pastoso, y Emmet supo que le había costado muy caro el gasto de
tanta energía.
Jasper y él llevaron a Edward hasta la cama, donde Bella
estaba acostada. Con los ojos llenos de lágrimas Edward la miró y acercó la
mano para acariciarle la mejilla, después secó la humedad de su propio rostro.
—Lo lamento tanto —dijo, con un nudo en la garganta.
Ella se removió en el sueño.
—Edward —murmuró. Entonces las lágrimas se deslizaron
desde sus párpados cerrados una vez más.
Edward finalmente perdió la batalla por permanecer
en pie. Su cuerpo se aflojó y Emmet y Jasper reaccionaron a tiempo para
atraparlo. Lo arrastraron a la cama y con ayuda de la enfermera lo acomodaron.
Ella procedió a reconectar todos los cables y vías
de medicación, antes de dejarlos a solas.
—Promete que me llamarás cuando ella despierte
—pidió Edward, fijando en Emmet sus ojos exhaustos.
—Lo haré —contestó Emmet—. Ahora descansa un poco.
No le harías ningún bien en estas condiciones.
Edward asintió y cerró los ojos. Estaba dormido
antes de que su cabeza se reclinara completamente sobre la almohada.
Emmet giró y se dejó caer en el sofá mientras Jasper
ocupaba la silla cercana.
—Estuvimos cerca de perderlos —dijo en voz baja.
Jasper asintió.
—Muy cerca.
—Hay que hacer algo con ese bastardo.
De nuevo, Jasper movió la cabeza.
Emmet apretó y aflojó los puños. Repitió la acción
una y otra vez.
—Mataré yo mismo a ese hijo de puta antes que
dejarlo acercarse de nuevo a mi familia.
que alivio saber que Bella salio bien de la operación ahora solo falta que vea a Edward para que se recupere lo mas pronto posible y ahora si espero que atrapen a ese infeliz de Jacob para que pague lo que ha hecho :)
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