CAPÍTULO 13
Emmet entró en la cabaña y colgó su Stetson y su
abrigo en el gancho de la puerta. Miró alrededor, pero solo vio las ascuas
agonizantes del fuego. Todo el mundo debía haberse ido ya a la cama.
Su ingle estaba apretada. ¿Hallaría Bella en la cama
con sus hermanos? Sabía que Jasper y Edward se acostaron con ella
separadamente, y la verdad era, que esperaba ansiosamente hacer lo mismo.
Caminó en silencio por el pasillo y se paró cuando
vio su puerta cerrada. Ninguno de ellos dormía con la puerta cerrada. Probó la
perilla y la encontró bloqueada. ¿Qué demonio? ¿Dejarlo fuera de su propio
cuarto?
Se volvió y caminó hasta el cuarto de Jasper, para
ver si él estaba allí. La puerta estaba entreabierta. La abrió con el codo y se
asomó dentro. Jasper estaba dormido entre las sábanas arrugadas. Solo.
Se acercó y sacudió el hombro de Jasper. Se despertó
inmediatamente.
— ¿Qué hora es? —exigió Jasper en una voz atontada.
—Son las tres de la mañana.
Jasper se sentó y se estregó los ojos.
— ¿Dónde demonios estuviste hasta ahora?
—Ayudando a Rosalie a encontrar al niño perdido.
¿Dónde está Bella?
—En tu cuarto —contestó Jasper.
— ¿Por qué está la puerta cerrada?
Jasper se levantó y encendió la lámpara de al lado
de la cama. Clavó a Emmet una mirada de disgusto.
—Está sufriendo, Emmet.
El corazón de Emmet se sacudió. No le gustaba pensar
en Bella sufriendo. Antes de irse, ella estaba enfadada, pero había esperado
que Jasper y Edward hubiera aliviado cualquier preocupación que tenía.
— ¿Por qué no resolvieron el problema? —exigió Emmet.
—Tú le estás haciendo daño, Emmet. No nosotros.
— ¿Yo? ¿Qué demonios hice yo?
Emmet sintió crecer su ira. No iba a jugar estúpidos
juegos mentales, y Jasper le estaba sacándole de quicio rápidamente.
Jasper suspiró y deslizó sus piernas por el lado de
la cama.
—Mira, Emmet, está teniendo una época dura, y el
haber corrido en cuanto recibiste la llamada de Rosalie, no ayudó. Esta
insegura y ¿quién puede culparla después de lo qué le hizo el cabrón de su
esposo?
— ¿Está enfadada porque fui a ayudar a Rosalie?
—Quizá si tú le habría explicado la naturaleza de tu
relación con Rosalie, Bella no se sentiría como se siente, pero ella sabe que
hay algo entre vosotros dos, y sabe que a Rosalie le gustas. Hasta ahora, Rosalie
actuó como una puta celosa. Como una mujer desdeñada. Bella no es estúpida, Emmet.
Yo tampoco. Algo hay entre tú y Rosalie.
Los músculos del rostro del Emmet se endurecieron y
presiono los labios.
—Lo qué pasa o no entre nosotros no es problema
tuyo.
—Ahí te equivocas —dijo Jasper, sin alterarse—. Muy
equivocado. Es mi problema. Amo a Bella. Y creo que tu también, Emmet. Creo que
Edward también la ama, aunque le llevaría mucho tiempo hasta admitirlo para él
mismo. Cualquier cosa que haces y hiere a Bella, es mi problema. Es tanto mía
como tuya y de Edward. Si esta relación va a funcionar, vas a tener que sacar
tu cabeza del culo.
Emmet soltó la respiración en un largo suspiro.
—Cristo. No pasó nada entre Rosalie y yo esta noche,
Jasper. No haría eso a Bella.
—Lo sé —Jasper dijo bajito—. Pero ella no lo sabe.
Todavía no hemos ganamos su confianza. Y no va a ofrecerla ligeramente después
de lo que le sucedió.
—Y mientras tanto, me quedé fuera de mi propio
cuarto, sin llave.
Jasper se rió.
—Creo que puedes dormir en el sofá. Me pregunto si
tendremos una rotación fija cada vez que uno de nosotros la enfade.
—Buenas noches. Lamento haberte despertado —dijo Emmet
y salió.
Cerró la puerta tras sí y se quedó mirando fijamente
la puerta cerrada de su cuarto. No hay nada que no arreglaría un
destornillador. Quizá fuera la hora de que él y Bella tuvieran un poco de
tiempo a solas.
Algunos minutos más tarde, se deslizó calladamente
en su cuarto. Bella había dejado la lámpara encendida y arrojaba un suave
brillo sobre de la cama. Dejó el destornillador en la cómoda y empezó a sacarse
la ropa.
Caminó hacia la cama y miró el cuerpo de Bella. Solo
su rostro sobresalía del
edredón.
Su rostro estaba rojo y manchado. Su corazón se apretó ante la evidencia de sus
lágrimas.
Él empujó suavemente el edredón y trepó a su lado. La
atrajo con firmeza hacia sus brazos, gustándole el modo en el que sus suaves
curvas se derretían en su duro cuerpo.
Ella se movió y abrió los ojos llorosos. Brillaron
sorprendidos cuando lo vio.
— ¿Cómo entraste aquí?
—Con bastante facilidad. ¿Por qué me dejaste afuera?
Ella alejó la mirada. Arrastró un dedo desde una
mecha de su pelo hasta a su cuello.
—Necesitaba un tiempo a solas —dijo ella suavemente.
—Eso es comprensible, pero no tienes que cerrar la
puerta para conseguir eso.
Ella lo miró de nuevo con ojos preocupados, la
incertidumbre estaba al acecho en sus profundidades.
Él suspiró. Jasper tenía razón. Debía haber
explicado su relación con Rosalie, desde el principio. Entonces quizás estaría
deslizando su verga en el coño de Bella, en vez de estar acostado con la polla
dura, y tener una charla sensible.
Él comprobó su impaciencia y agarró las mejillas de Bella
entre las manos.
—Escúchame, cariño. No hay nada entre Rosalie y yo.
Lo siento si has tenido la impresión equivocada.
Bella se movió y tiró del edredón, envolviéndose. El
ademán de protección, en vez de hacerla parecer más fuerte, solo la hizo
parecer más vulnerable.
—No lo entiendo.
Su voz sonó suave y trémula, el tipo que haría que
un hombre se pusiera inmediatamente duro. Si él no lo estuviera ya. Era toda
suave y femenina, como una mujer debía ser.
— ¿Qué es lo que no comprendes, cariño?
Lo miró de nuevo.
— ¿Por qué no la escogiste?
Emmet frunció el ceño. No era lo que él esperaba que
dijera.
—Es todo lo que yo no soy —continuó Bella—. Es
fuerte, alta, bonita. Apuesto que no necesita de nadie.
Emmet se apoyo contra las almohadas, tomando a Bella
con él. Estaba acunada contra su tórax, y puso su mejilla sobre su hombro.
Acaricio su brazo con la mano.
—No te mentiré. Hubo un tiempo en el que estuve
atraído por Rosalie. He llegado tan lejos como traerla a casa, presentarla a Edward
y a Jasper. Pero supe de inmediato que no era la persona que buscábamos. No
sentí la conexión. No como lo hice contigo, y era obvio los otros tampoco. Edward
la despreció rotundamente a primera vista. Aún no me he dado cuenta del por
qué. Jasper, pues, era indiferente. Dejé de verla después de aquello.
Bella se presionó contra él. Él podía sentir la
llegada de otra pregunta. Una que aparentemente era difícil para ella, si el
lenguaje de su cuerpo indicaba algo.
—Edward dijo… dijo que tienes debilidad por mujeres
en apuros.
La bombilla incandescente se fue inmediatamente. Emmet
se sentó, arrastrando a Bella con él. Agarró su barbilla y la forzó a mirarlo a
los ojos.
—Cariño, siempre te protegeré, pero no es por eso
que estás aquí. Edward es un idiota. Habla solo para escuchar su voz, lo juro.
Si quieres una explicación de porque tú y no ella, bien, no lo sé. Solo puedo
decirte lo qué siento aquí.
Llevó su otra mano al corazón.
—Eres tú, cariño. Y tal vez con el tiempo creerás
esto.
Sus ojos brillaron con desconfianza a la luz de la
lámpara.
—Quiero serlo.
— ¿Pero? —había un claro pero en su declaración.
La duda nublaba su voz, y lo hacía intranquilo.
—Me asusta tomar una decisión equivocada. Otra vez.
— ¿Te parece equivocada?
Ella no contestó inmediatamente.
— ¿Bella?
—No, no me parece equivocada. Es eso lo que me
asusta.
Emmet soltó un pequeño suspiro de alivio. Él podía
luchar con la incertidumbre. No podía luchar contra una decisión. Las palabras
de Jasper se repetían en su mente. ¿Tenía razón? ¿Emmet ya la amaba? Era
difícil de separar su satisfacción por haber hallado a la mujer que completaría
su familia y la idea de amor.
Solo sabía una cosa. No la dejaría. Si eso
significaba que la amaba, entonces, quizás Jasper tuviera razón. Y él haría lo
mejor para hacer que ella también lo amara.
Deslizó su mano por debajo y por encima por la
cadera femenina.
—Quiero hacer el amor contigo —murmuró—. No he
pensado en algo más en toda la noche.
Ella lo miró fijamente, mordiéndose el labio. Él vio
hesitación en su mirada, pero también deseo. ¿Aún tenía miedo de él?
Bajó la cabeza hacia ella, encontrando sus labios
con los suyos. Sabía dulce. Justo como parecía. Quería sentir aquellos labios
alrededor su polla, su boca mojada chupándolo profundamente. Estaba listo para
estallar con solo el pensarlo.
—Quítate la ropa —dijo él roncamente—. Quiero
mirarte.
Se apoyó en su codo, después salió lentamente de la
cama. Permaneció mirándolo fijamente por un momento, mordiéndose el labio.
Después sus dedos empezaron a desabrochar los pantalones.
Él se apoyo sobre los codos y miró como la piel lisa
de sus piernas salía a la vista. Sus dedos le ardían por tocarla.
Ella empezó a desabotonarse la camisa, sus manos
trabajaban hacia abajo, mientras la camisa se aflojaba alrededor de sus tetas.
Cuando se quedó sin la camisa, él inspiró profundamente. ¡Maldición! Era
hermosa. Tenía unas tetas perfectas. Ascendían y bajaban, y se balancearon
cuando dejó caer la camisa al suelo.
Él dobló su dedo hacia ella.
—Ven aquí.
Bella se arrastró hacia la cama, los ojos brillaban
con deseo. Sus labios vacilaron a pocas pulgadas de los suyos y entonces lo
besó. Él movió la mano por su hombro y después por debajo de los pechos. Los
envolvió, amando sentirlos llenar sus manos.
Su polla estaba dura como una piedra, y se
endurecería más, dolorosamente, con cada minuto. No había ninguna parte de su
cuerpo que no gritara por ella.
Continuó saboreándola, amando los sonidos de su
respiración, como escapaban a través de sus labios. Pero quería aquellos labios
alrededor su polla, no podía pensar en otra cosa.
Pasó la mano por la nuca, y lentamente, pero
firmemente, la dirigió hacia abajo, en dirección a la unión de sus muslos. Con
su otra mano, él rodeó su polla con los dedos y la guió hacia su boca que
esperaba.
Gimió cuando su lengua mojada se deslizó por toda la
longitud de su polla.
—Oh, cariño, eres maravillosa.
El pelo le caía encima de los muslos. Movió la mano
de su verga y la enredó en su pelo, manteniéndola inmóvil, mientras empujaba
sus caderas hacia adelante.
Lento y fácil, ella lo llevó más profundo, su lengua
se arremolinó en torno de la punta. Él se movió contra la parte de detrás de su
garganta y se retiró para que ella pueda respirar. Era magnífica.
Hacía pequeños ruidos mientras lo llevaba más
profundo. Su lengua raspaba eróticamente sobre las venas de su verga. Él cerró
los ojos y apretó los dientes tan fuerte, como su mandíbula se lo permitía.
Le acarició la espalda, después los glúteos. Deslizó
un dedo en su humedad, y ella se estremeció en reacción. Él sonrió mientras
ella lo llevaba más hondo. Se estaban volviendo locos el uno al otro.
Él retiró y volvió a meter los dedos, hurgando en la
grieta de su culo. Ella reaccionó, apretando, mientras él movía el dedo
alrededor de la fruncida entrada a su culo. Dios, estaba tan apretada
Él levantó la mano y la agarró de su pelo,
alejándola de su verga. El solo pensar de sumergirse en su ano, casi lo hizo
venir allí mismo.
—Ponte de espaldas —exigió, girándose sobre su
cuerpo.
Ella se retiró, la boca hinchada, los ojos vidriosos
con un embriagador deseo. Sus piernas se abrieron y él avanzó lentamente entre
ellas, cogiendo su culo con las manos, abriéndolo.
En un empuje duro, estuvo dentro de ella. Ella
gritó, él también. Sus manos se clavaron en sus hombros, acercándolo. Él sonrió
y se inclinó para capturarle la boca con la suya.
— ¿Confías en mí? —susurró contra sus labios.
—Sí.
Se retiró despacio.
—Date la vuelta.
Cuando ella lo complació, él se levantó y caminó a
través del cuarto hacia el baño. Revolvió el cajón hasta hallar un tubo de
lubricante y volvió al cuarto.
Él puso una mano sobre sus nalgas.
—He vuelto —murmuró él.
Él la coloco en el borde de la cama, en cuatro
patas, su culo hacia él. Exprimió un poco de lubricante en sus dedos, y con
cuidado, deslizó la mano entre sus mejillas de su culo. Ella gimió suavemente
cuando él puso un dedo en la apretada apertura.
Los ojos de Bella se abrieron de repente, cuando el
dedo penetró en su ano. Una multitud de sensaciones la invadieron. Un poco de
miedo, mucho deseo, un pequeño dolor, y un lote entero de placer.
Ella se llevó una mano sobre su estómago hasta su
pelvis. Los dedos hallaron su clítoris, y ella empezó a moverlos con un
movimiento circular. El placer se esparció por su abdomen.
Los dedos de él la dejaron, y ella sintió la cabeza
del pene contra su ano. Lentamente, muy despacio, él empujó hacia adelante,
permitiéndole adaptarse a la sensación.
Los dedos acariciaron más fuerte su clítoris, cuando
ella buscó compensar la quemadura. Ella gimió profundamente. Entonces, con un
suave movimiento, lo sintió entrando.
Lo oyó decir algo ininteligible y entonces se hundió
totalmente en ella. Ella nunca había sentido tan exquisita plenitud. Recordó
las palabras del Edward. Emmet en tu ano, yo en tu coño.
¿Dios, qué sentiría cuándo los tuviera a los dos profundamente dentro de ella?
Emmet empezó a empujar hacia dentro y hacia fuera.
Ella no conseguía describir, ni para sí misma, el insoportable placer que la
invadió. Era en parte dolor, en parte delicioso éxtasis, y esa combinación la
llevaba hacia una espiral, la más terrible y maravillosa agonía que podía
aguantar.
Sentía las caderas apretadas contra sus nalgas, y
sabía que él estaba tan profundamente como era posible, y aún así, ella quería
más. Se empujó contra él, meciendo las caderas al ritmo de sus empujes.
Su orgasmo floreció y creció, hasta que la consumió.
Lo necesitaba. Iba a volar.
Detrás de ella, Emmet gritó, y sintió la inundación
de su orgasmo. Y entonces ella se desplomó. Enterró el rostro en el edredón, para impedirse
gritar. Las manos de Emmet agarraron sus caderas con firmeza, sosteniéndola
contra él, hasta que acabó.
Todo su cuerpo temblaba, tiritaba y se
convulsionaba. Se cayó lánguidamente sobre la cama mientras él se retiraba.
Cerró los ojos, respiraba en jadeos
agudos. Entonces sintió un paño templado enjugando su carne sensible.
— ¿Estás bien? —preguntó Emmet suavemente.
Movió la cabeza, incapaz de formar una respuesta
coherente.
La cama se movió y Emmet la sostuvo entre sus
brazos. Besó la cima de su cabeza y la agarró firmemente contra su pecho. El
corazón golpeaba salvajemente contra su mejilla.
—Eres una mujer asombrosa —susurró—. Nadie jamás me
hizo sentir así.
Nada que pudiera haber dicho habría evaporado sus
miedos tan rápidamente como aquella simple declaración. De repente, Rosalie
salió de su mente y de sus preocupaciones. Pasó los brazos por la cintura de Emmet
y cerró los ojos. Por primera vez, realmente creyó que podría sostener los
corazones de tres hombres, y que ellos podrían sostener el suyo.
omg me encantan las reconciliaciones :D
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