lunes, 10 de septiembre de 2012

La mujer de los Cullen


                                                                          CAPÍTULO  11


Cuando Bella se despertó, estaba sola en la cama. Parpadeando a causa del sueño, se dirigió al cuarto, para encontrarlo vacio. Bostezando, se sentó en la cama para consultar el reloj. Por lo menos no había dormido el día entero.
Fue hasta a cocina. Miró por la ventana y descubrió a Emmet cortando madera. Edward y Jasper debían estar cuidando los caballos o realizando otras tareas.
Se sentó en uno de los taburetes, y apoyó la barbilla en las manos. ¿Qué podría hacer allí? ¿Qué tipo de contribución podría dar? Sabía por las charlas de los hombres que eran guías durante la temporada de caza, pero no sabía que hacían durante el resto del año.
Suspiró. Resolvió enumerar sus cualidades y paró cuando alcanzó a cinco. No era una imbécil, pero necesitaba admitir que sola, nunca hizo muchas cosas. Pobre niña rica. Hizo una mueca de dolor, entonces agitó la cabeza negándolo. No, ya no era aquella criatura dependiente.
Sus padres murieron en un accidente, cuando aún era una adolescente. Un primo distante cuidó su herencia hasta que cumplió los veintiún años, cuando necesitó asumirlo sola. Solo que no le llevo mucho hasta que buscó la ayuda de Jacob.
Torció los labios en una sonrisa. Fue una idiota. Gracias a Dios por haber descubierto la verdad y se preparó para protegerse antes que fuera demasiado tarde.
Si se hubiera quedado con Jacob, probablemente ya estaría muerta. O peor. Completamente dominada por él.
Aquí se sentía libre. Libre de ser ella misma. Libre de su estúpido pasado. Era su oportunidad de comenzar de nuevo y hacer las cosas bien. Tomar las decisiones correctas.
—No vuelvas a estropearlo todo, Bell —se dijo.
Mirando de nuevo el reloj, se levantó. Tenía tiempo de darse una ducha antes de la cena. Cuando volverían los hombres, los preguntaría que podría hacer para ayudar en la cabaña.
Entró en el baño y abrió la ducha. Se alejó, se quitó los pantalones y se acercó al lavabo para dejar su camisa, mientras esperaba que se calentara el agua.
Se miró en el espejo y estremeció a causa del horrible color de su pelo. Cuando fueran a Denver, iría a una peluquería para arreglar aquel tinte.
Descubriendo qué el vapor empezaba a ascender en la ducha, empezó a desabotonar la camisa, cuando se abrió la puerta y vio entrar a Jasper.
Se paró un momento antes de ponerse detrás de ella, abrazó sus hombros y empezó a besar su cuello.
Ella gimió, su piel se ponía de gallina.
— ¿Quieres compañía? —murmuró él.
Sonrió dando la vuelta para abrazarlo.
— ¿Te estás ofreciendo para frotar mi espalda?
—Me estoy ofreciendo para hacer mucho más —dijo perversamente.
—Entonces te veré allí.
Rápidamente, se quito la camisa y pasó por delante de él, entrando en la ducha. Apenas tuvo tiempo para entrar bajo del agua caliente de la ducha, antes de que la puerta se abriera y entrara un desnudo y excitado Jasper.
Sus ojos lo devoraron. El agua adornaba de cuentas de sus pelos y se deslizaba goteando por los músculos, desde su tórax hasta el abdomen. Allí, desaparecían en la mata de pelo que rodeaba su hinchada erección.
Agarró sus manos y las sujetó sobre la cabeza, mientras la empujaba contra la pared de la ducha. El agua bailaba encima de ambos, cuando se agachó para besarla.
Su cuerpo duro cubrió el de ella, rozándola con la promesa de lo que estaba por venir.
Intentó libertar una de las manos. Quería tocarlo. Pero él las mantuvo agarradas en lo alto.
Su polla rozaba su suave vientre, mientras que su boca dejaba un sendero de erótico fuego en el cuello.
Entonces, la soltó:
—Date la vuelta —ordenó.
Giró el cuerpo hasta sentir la espalda acurrucada contra el tórax. Estiró la mano para alcanzar el jabón y enjabonarla.
Comenzó por el estomago, amasando y enjabonando suavemente. Entonces recorrió el camino hasta los pechos, los envolvió con las manos, rodando los pezones entre los dedos.
Gimió y se acercó más a su cuerpo.
Con la mano derecha, la acarició hasta la pelvis, restregando ligeramente, y la deslizó entre las piernas. Con la mano izquierda continuaba atendiendo sus pechos, mientras penetraba aún más entre sus piernas, deslizándose, embromando y abriendo sus pliegues.
Ella se retorció contra él, la tensión la invadía, estirándola hasta lo imposible. Entonces sintió deslizarse un dedo sobre su clítoris y sus piernas se estremecieron, amenazando con doblarse.
Sin preaviso, las manos la dejaron y se sintió empujada contra la pared de la ducha, mientras que el agua continuaba fluyendo alrededor de ellos.
La pared estaba fresca, el agua caliente y su cuerpo temblaba de anticipación cuando lo sintió abriendo sus piernas.
De nuevo tuvo sus manos levantadas y sujetadas mientras lo sentía apartar sus piernas con el muslo. Sintió su polla acariciando su culo, antes de pararse entre sus piernas. Con la rodilla, sostuvo su culo suficiente para ubicarse en la apertura de su coño.
Entonces la penetró hondamente, haciéndola balancearse contra la pared de azulejos. ¡Oh, Dios! ¡Era tan profundo! ¡Se sentía tan bien! Cerró los ojos y apretó la mejilla contra la pared.
—Mantén las manos en alto —ordenó, soltándoselas.
Obedeció, manteniéndolas encima de la cabeza, firmemente apretadas contra la pared. Él puso las manos en sus caderas, levantándola más, sujetándola con firmeza mientras se hundía en ella una y otra vez.
Estaba tan caliente. Era difícil respirar. Nunca sintió tal exquisito placer.
Su culo descansaba contra su duro abdomen y su polla la penetraba tan hondamente como era posible. Aún así, quería más. Él se retiró despacio y empujó adelante, saliéndose de nuevo y penetrándola una vez más.
Se mordía los labios para evitar gritar en deliciosa agonía. Se sentía lista para estallar, pero él deliberadamente, no se lo permitía aún, moviéndose lentamente. Podía llevarla a un clímax vertiginoso en cualquier momento, pero lo retrasaba, optando por un ritmo lento y pausado.
Una mano la agarró por la cadera, y la otra resbaló entre sus piernas. Encontró su clítoris y empezó a rozarlo en un movimiento circular mientras la follaba por detrás.
— ¡Jasper!- gritó ella.
—Suave, cariño, te tengo —susurró él—. Todavía no. Todavía no. —Ella gimió cuando él se detuvo. Estaba tan cerca. Tan malditamente cerca. La mano dejó el coño y subió a los pechos. Rodeó vagamente un pezón con los dedos, rozando suavemente la punta fruncida. Sintió la caricia hasta su centro.
Se movió al otro, tomando el pecho en la mano, rozando el pezón, embromándola despiadadamente.
—Por favor, Jasper —jadeó ella—. ¡Déjame correrme!
Él se rió suavemente.
— ¿Lo quieres duro, cariño?
—¡Ah Dios, sí, jódeme, por favor! —Él apretó sus pezones hasta que se pusieron erguidos y tiesos, pidiendo más. Entonces puso las ambas manos en sus caderas y se meció contra ella, hundiéndose profundo, duramente—. ¡Sí, sí! —lloraba ella. Estaba cerca. Cerró los ojos y arqueó su cabeza. Las manos resbalaron por las paredes mientras que él la jodía más duro. El agua se enfriaba, pero no le importaba.
El golpe de las caderas contra su culo, llenó el cuarto de baño, el suave ruido de carne contra carne se escuchaba más fuerte por la humedad de sus cuerpos. La tensión acumulada era casi dolorosa por su intensidad. El fuego rabiaba en la ingle y se extendía rápidamente al estómago y pechos. Cada músculo en su cuerpo se apretó más y más.
—Déjate llevar, cariño, ven conmigo —gruñó Jasper en la oreja. Empujó más duro, en medio de su propia liberación. Ella sentía el chorro caliente de semen de su verga, y explotó.
La sujetaba con un brazo, por debajo de los pechos, para que no se cayera. Estaba fijado profundamente dentro de ella, y su cuerpo se sacudió por la fuerza de su orgasmo. La cabeza se movió, deslizando por la mojada superficie de la pared del baño. Ella usó las manos para sujetarse, mientras respiraba entrecortado.
La iban a matar. Lo sentía deslizándose de su cuerpo, sentía su tibia crema goteando por sus piernas. Entonces él la levantó, la giró y la abrazó contra su pecho.
—Te quiero. —Las palabras murmuradas contra su pelo, la hicieron tensarse por la sorpresa. ¿Lo escuchó bien? Movió la cabeza y lo miró en los ojos. La quemaban con deseo, pero brillaron con algo más. Amor.
La emoción le secó la garganta. Las lágrimas quemaban sus párpados y amenazaban con caerse. No sabía que decir, que responder. Pero sabía que lo dijo en serio.
—Déjame limpiarte, muñeca —dijo él gentilmente. La lavó, cubriendo tiernamente cada trocito de su cuerpo. Entonces enjabonó el pelo y lo aclaró para ella. Cuándo acabó, paró el agua y la sacó de la ducha. La envolvió en una toalla tupida y grande alrededor de ella y la abrazó, teniéndola apretadamente durante varios segundos. Ella se sentía absurdamente mareada, y vacilante. Se sentía obligaba de decirle, decirle que ella también lo amaba, pero las palabras se atascaban en la garganta. Todavía no estaba lista, no estaba completamente segura de la profundidad de sus sentimientos, y más que nada, quería hacerlo bien.

1 comentario:

  1. vaya declaración de Jasper ojalá Bella también pueda enamorarse de ellos asi de rápido :D

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