CAPÍTULO 24
Bella abrió los ojos lentamente, sorprendida por el
esfuerzo que necesitaba hacer. El aire era helado a su alrededor, y le dolía la
mandíbula. No reconoció el entorno. Estaba en un cuarto de una cabaña, acostada
en el suelo. Movió los brazos y descubrió que ya no tenía las esposas que tenía
antes.
Sombras pálidas de luz entraban por la ventana.
Amanecía. Así que llevaba allí hay por lo menos dos horas.
Lágrimas escapaban de sus párpados. Edward. Nunca le
había dicho que lo amaba. Y ahora ya no tendría la oportunidad de decirlo.
Un sonido la sorprendió y el dolor asaltó su cadera,
cuando el raptor la pateo.
—Veo que está despierta. Bueno. Ahora levántate.
Lo miró cautelosamente. Fue la primero vez que lo
hizo de verdad. Esperaba encarar un hombre vil y brutal, pero solo veía lo que
parecía ser un hombre amable, de apacible altura y tamaño medio.
Sonrió como si leyendo sus pensamientos.
—No te dejes engañar por mi buen aspecto, querida.
Ahora, te puedes levantar tú sola o puedo obligarte, y te aseguro, no será una
experiencia agradable.
Quedó paralizada por el terror. Quiso vomitar. Puso
las manos en el suelo y consiguió impulsarse para ponerse de pie. En cuanto se
levantó, el hombre le agarró el brazo y la empujó en dirección a una silla.
—Toma asiento.
Se hundió en la silla situada tras un viejo
escritorio. La silla estaba rota y crujió cuando coloco su peso en ella, por un
momento, temió que se desmoronaría.
Puso su mano en el escritorio para equilibrarse.
Estaba helada. Más helada que en cualquiera otro momento de su vida. No había
ningún calor en la cabaña.
Ninguna protección contra el frío. Sentía los
miembros congelándose. Temblaba incontrolablemente. Una vez que comenzó, no
podía parar.
El hombre encendió un cigarrillo y perezosamente,
sopló el humo. Apoyándose contra la mesa, la observó con ojos fríos.
—No tengo paciencia para rodeos. Voy a matarte.
El pánico la inundo. Su garganta se endureció, y por
un momento no pudo respirar. No quería morir.
—Voy a ser civilizado al respecto.
Pareció asombrarse con su proclamación. Hasta emitió
una risa seca.
—Voy a ofrecerte una elección. Una muerte rápida e
indolora, o —pausó para hacer efecto— puede ser problemática, prolongada, y muy
dolorosa. Tu elección.
Sintió que la boca se le secaba.
—Todo lo que tienes que hacer es decirme a quien más
le contaste lo qué pasó en la noche de su boda. Muy simple. El Sr. Black está
muy ansioso para proteger sus intereses. Lo que sería difícil en una celda de
prisión, estoy seguro que te puedes imaginar.
Sacó un grande y afilado cuchillo, a medida que
hablaba. Acarició el metal frío y brilloso con las puntas de los dedos,
moviéndolos de la extremidad hasta la punta.
La mente de Bella se desboco. Era un bastardo
hablador. Claramente disfrutaba de la situación. Obviamente si hablaba,
terminaría con el asunto en minutos. Miró el cuchillo, el terror recorriéndole
todo el cuerpo.
Cerró los ojos e intentó encontrar valor. Recordó a Edward
y se mordió el interior la mejilla para alejar el llanto. No podía permitirse
que aquel bastardo escapase después de lo que hizo.
— ¿Entonces lo qué será, Sra. Black? ¿Podemos tener
una breve conversación antes de su intempestivo fallecimiento?
Con las manos abiertas sobre escritorio, se quedó en
pie.
—Vete al infierno —escupió.
Sus ojos se endurecieron. Cruzó el espacio entre
ellos y sin advertencia, agarró su brazo y lo empujó hacia atrás. La giró hacia
el escritorio. Gimió de dolor y él continuó a haciendo una presión enorme en su
brazo.
Empujó más alto. Gritó en agonía y sintió un
crujido.
¡Había quebrado su brazo!
Soltándola, dejó su brazo caer, oscilando a su lado.
Sintió que la vista se le nublaba cada vez más, hasta se temió desmayarse por
el dolor. Llevó la mano el escritorio, intentando mantenerse de pie. Las puntas
de los dedos encontraron un lápiz y ella lo agarró.
Se sintió invadida por la ira, la adrenalina
zumbando por sus venas, se giró, con el lápiz en la mano y lo hundió en el
rostro de su torturador. Ahondó en su mejilla, y él se alejó con un aullido de
dolor.
Ella no desaprovechó el tiempo. Ignorando el
terrible dolor de su brazo, se arrojo hacia él, golpeándolo con la rodilla en
la ingle. Una vez, dos veces y una tercera hasta que él cayó al suelo.
Ella no dudo ni un momento. Corrió.
Llegó la puerta de la cabaña y salió. La helada
nieve alcanzaba sus caderas, mientras intentaba caminar.
Su corazón palpitaba. Nunca conseguiría salir de
allí. La nieve estaba demasiado alta. Demasiado profunda. Con aquella ropa,
ella se congelaría antes de encontrar un lugar seguro.
Apretó su mandíbula hasta sentir dolor. No moriría
en las manos del bastardo. Si ella moría, no sería sin luchar.
Ignorando el dolor, el frío y el adormecimiento que
afectaba sus miembros, luchó para seguir adelante, determinada poner tanta
distancia como pudiera entre ella y su raptor.
Se dirigió a los árboles, intentando perderse en el
área boscosa. Una risa histérica broto de su garganta. ¿Cómo podía perder a
alguien, con tres pies de nieve?
Sintió la cabeza tirada hacia atrás. La tiró la mano
que agarraba su pelo con firmeza. No se intimidó, luchando con uñas y dientes.
Sentía que la supervivencia era posible.
El metal brilló en el inicio del sol matutino.
Entonces sintió el dolor estallando en el pecho. Cayó en la nieve, vagamente
consiente del hombre agarrando un cuchillo arriba de ella. El brazo sano se
hundió en el hielo.
La mano palpó, hasta encontrar una piedra. La agarró
firmemente, y se dispuso para hacer su última tentativa.
Con un grito de ira, arrastró el brazo adelante y
batió en la cabeza del hombre con la piedra, mientras el cuchillo bajaba en su
dirección. Esta vez la alcanzó debajo del hombro, haciendo un largo corte en el
brazo.
Él cayó con el rostro en la nieve, y ella no le dio
tiempo para recobrarse. Rodó, levantando la piedra de nuevo y golpeó tan fuerte
como podía. Él se quedo quieto, y ella arrojo la piedra.
Rodó y se alejo, intentando desesperadamente
recobrar el control.
El mundo giraba y giraba a su alrededor, estaba
agonizando. Él la apuñaló en el pecho. Podía sentir la sangre caliente
corriendo por la piel. El brazo caído osciló del lado. De alguna manera tenía
que hallar un modo de llegar a casa.
Tropezó colina abajo, lejos de la cubierta de los
árboles. Ahora necesitaba estar en el claro. Su esperanza era ser rescatada.
Cerró los ojos. Nunca les diría que los amaba.
Lágrimas calientes caían, mezclándose con la sangre que corría libremente por
su cuerpo. Si solamente pudiera decirlo.
Emmet aceleraba el jeep hasta el límite. Durante dos
horas, buscaron en cada rincón de la montaña. Existía solo una posibilidad más,
y a pesar de sus esfuerzos, estaba perdiendo rápidamente la esperanza.
—Después de la siguiente curva, sal de la carretera
—indicó Jasper, con voz lúgubre—. Esperemos que la nevada no haya hecho el
trayecto intransitable.
Emmet tomo la curva y frenó hasta precipitarse en la
salida.
— ¡Emmet, mira! —clamó Jasper.
Emmet no perdió el tiempo. Había marcas frescas.
Recién hechas. De un vehículo. Aceleró por el declive áspero, deslizando y
oscilando en la nieve. Controlando el coche con dificultad, por el camino,
hasta la vieja cabaña minera.
Un SUV negro se reflejó en la luz solar. Emmet rugió
cuando paró, agarró el rifle y saltó fuera del jeep. Jasper lo siguió
rápidamente, el arma de fuego apuntada y lista.
Frunció el ceño cuando vio la puerta totalmente
abierta. Miró por la ventana y vislumbró el interior. Estaba desierto.
Él y Jasper entraron rápido.
—Alguien estuvo aquí —murmuró Jasper— recientemente.
—Agarró un cigarrillo caído en el suelo y lo arrojo lejos.
El corazón del Emmet palpitaba, mientras miraba a su
alrededor. Había señales visibles de una pelea. Sangre en el suelo. Se volvió y
corrió hacia la puerta, sus ojos buscaban señales frescas en la nieve.
Las profundas huellas de la nieve se alejaban de la
cabaña, hasta los árboles, a lo lejos. Él y Jasper salieron del porche y
empezaron a seguir las pisadas.
Algunos segundos más tarde, Jasper levantó la mano
para detener a Emmet.
— ¡Mira!
Apuntó un cuerpo a lo lejos. Corrieron hasta hallar
un hombre hundido en la nieve. Le sangraba la cabeza.
Emmet lo giró. Estaba inconsciente. La esperanza
aumentó el ritmo de su corazón. ¿Bella había escapado?
Entonces sus ojos vieron la sangre roja oscura que
manchaba la nieve. Sangre que no venía del hombre. Sus ojos siguieron las
salpicaduras a través de la nieve, seguían colina abajo.
— ¡Vamos! —gritó él.
Descendieron la colina, siempre siguiendo el rastro
de sangre. Emmet rezando todo el tiempo. Dios, déjanos encontrarla. Haz que
ella esté bien.
— ¡Emmet, está allí!
Emmet miró hacia delante, a tiempo, para ver a Bella
tambalearse y hundirse en la nieve. Corrió las restantes treinta yardas, con el
corazón gritando todo el tiempo.
Cuando llegó a ella, la agarró y la abrazó.
—Oh Dios —gimió.
Había tanta sangre. Bañaba todo su frente. El brazo
estaba caído en un ángulo extraño, hinchado y descolorido.
— ¡Bella! Bella, cariño —lloró él.
Jasper se arrodilló a su lado y le ayudó sacarla de
la nieve.
Sus ojos temblaron levemente. La desorientación los
nublaba. Empezó a empujar y empujar, intentando levantarse.
Estaba llena la adrenalina, que empezaba a
desaparecer. Empezó a temblar violentamente.
—Está entrando en shock —dijo Emmet—. Tenemos que
sacarla de aquí, ahora. Llama por la radio. Diles que tengan el helicóptero
esperando. Tenemos que sacarla de la montaña lo más rápido posible.
—Edward —clamó—. Oh Dios, Edward —ella luchaba
débilmente contra Emmet, y lágrimas se deslizaban por su cara.
—Shhh, cariño. Edward está bien. Te lo juro.
Ella no pareció escucharlo.
—Nunca les dije que… nunca les dije que los amo
—susurró.
Emmet la estrechó más contra de él. Enterró los
labios en su pelo y parpadeó para alejar las lágrimas.
—Dios, yo también te amo, cariño. Yo también te amo.
Se levantó, agarrándola cuidadosamente en sus
brazos. No tenía idea de la extensión de sus heridas, pero tenía que bajar
rápidamente la montaña.
Jasper se adelanto, haciendo un camino en la nieve
para Emmet. Lucharon para ascender la colina, cada paso era dolorosamente
lento. Finalmente, vieron el jeep. Jasper siguió enfrente, redoblando sus
esfuerzos.
—Toma el botiquín de primeros auxilios —le pidió Emmet—.
Yo me sentaré detrás con ella. Necesito intentar parar la hemorragia.
Jasper entró y agarró el botiquín de primeros
auxilios, varios mantas y un montón de vendas.
En cuanto Emmet se sentó con Bella, Jasper encendió
el motor y siguió por el trecho, en dirección a la carretera principal.
— ¿Cómo está, Emmet? Necesito saber algo —preguntó Jasper,
la desesperación era presente en su voz.
—El bastardo le quebró el brazo. Parece con que la
apuñaló en el tórax. ¡Cristo, tiene tanta sangre!
Encontró la herida, la vendo firmemente. Llevó un
dedo a su cuello, sintiéndole el pulso. Era débil e irregular, pero batía
contra la piel.
Mantuvo las fajas apretadas con firmeza contra la
herida del tórax. Necesitaba reducir el flujo de sangre.
—Edward…
Bella estaba solo medio consciente, y completamente
inconsciente de la presencia de él y Edward. Emmet alejó el pelo de su rostro.
—Está todo bien con Edward, cariño. ¿Me oyes?
Balanceó la cabeza, pequeños gemidos ásperos
escapaban de su garganta.
—Frío…tan frío.
—Aumenta el calor, Maldición —gritó Emmet a Jasper.
Juntó las mantas más apretadas alrededor de ella,
intentando infundir calor en su cuerpo.
El ruido del radio lo interrumpió, y oyó contestar a
Jasper, pero su atención estaba en Bella y en la sangre que empapaba las vendas
de sus manos.
—El helicóptero está casi aquí —le llamó Jasper—.
Van a aterrizar en el pasto de Harry. Estaremos allí en aproximadamente dos
minutos.
Emmet respiro con alivio. Estaban casi allí; cuanto
más rápido llegara Bella al hospital, tendrá más oportunidades de supervivir.
— ¿Alguna noticia sobre Edward? —pregunto Emmet.
—Rosalie dijo que lo trasladaron a Denver. Al mismo
hospital al cual enviarán a Bella. Están preocupados por la cantidad de sangre
que perdió.
La voz del Jasper mostraba su preocupación, y los
nervios de Emmet se agitaron más aun.
— ¿Pero está bien, verdad?
—Dijo que perdió la conciencia antes de despegar. No
sabía nada más.
— ¡Mierda!
Cerró los ojos y quiso aullar de furia y frustración.
Lágrimas escapaban de sus párpados, y él cerró los ojos con firmeza para no
dejarlas salir. Nunca se había sentido tan impotente en toda su vida.
Dos de las personas más importantes de su vida,
aparte de Jasper, arrancadas de su lado.
Se agarró al asiento, cuando el jeep paró
abruptamente. La puerta se abrió inmediatamente, y el médico del helicóptero
empezó a examinar Bella.
El médico gritó instrucciones, y dos enfermeros
corrieron para atenderla. Emmet salió del coche y los dejó asumir el control.
Una mano se deslizó por su hombro, y Emmet se volvió
para ver a Rosalie.
—Solo quiero que sepas cuanto siento lo que ocurrió,
Emmet.
—Lo sé, Rosalie.
— ¿Hay alguna cosa qué pueda hacer?
Se volvió a mirarla.
—Hemos dejado al hombre en la vieja cabaña minera.
Probablemente estará muerto. Podrías enviar a uno de tus ayudantes a traerlo.
Rosalie lo miro con agudeza.
— ¿No lo mataste, verdad, Emmet?
—No, pero quise hacerlo —respondió él.
Los médicos sacaron a Bella del coche y la se
acostaron en la camilla. Emmet y Jasper corrieron allí, pero los detuvo el
paramédico.
—La situación es crítica, señor. Lo siento, pero no
podemos malgastar ni un segundo.
Emmet abrió la boca, queriendo hacer a pregunta,
pero se detuvo. En vez de eso, observó mientras ellos empujaban la camilla al
helicóptero. El médico de vuelo entró y le dio señal para despegar al piloto.
Segundos más tarde, el helicóptero cortaba el aire y volaba en dirección a
Denver.
—Vamos, Emmet —le llamó Jasper con voz cansada.
Sonaba como si él también se estuviera conteniendo a duras penas—. Nos llevara
algunas horas para llegar a Denver.
Emmet, arrastrándose, siguió a Jasper y se subieron
en el jeep. Tenía miedo. Miedo de lo que encontraran cuando llegaran al
hospital.
tienen que salvarse por lo menos los llevan a la ciudad ojalá Jasper y Emmett no tarden en llegar :D
ResponderEliminar*sobrevivir
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